Es que son la polla, con perdón. O sin perdón. Desde hace días—ya meses— hay un montón de gente ahí fuera exigiendo mayores niveles de democracia, apelando al espíritu de la constitución, y gritando que el rey está desnudo. Bueno, lo que gritan es “no nos representan”, pero viene a ser lo mismo, metafóricamente hablando: porque cada uno de los dos partidos mayoritarios de este bipartidismo nuestro por la gracia de D’Hondt presume de representar a, casi, una de las dos medias Españas que han de helarte el corazón, pero un vistazo a las cifras revela que cada uno de ellos se lleva alrededor de un 22% de los votos del censo, punto arriba o punto abajo ( en las pasadas elecciones municipales, 22’2% el PP y 21’7% el PSOE). O sea que, entre los dos, no consiguen alcanzar una representación real del 50% de la población. No es que no representen, cada uno, a media España: es que no la representan ni juntos.
El falseamiento proviene, en parte, de la regla D’Hondt que se usa para contar el reparto de los votos, pero también de que el sistema electoral no contempla ningún mecanismo que refleje el índice de abstención, que en España supone alrededor de un tercio de la población con derecho a voto. O sea que, para ser precisos, nos representan, pero poco.
El falseamiento proviene, en parte, de la regla D’Hondt que se usa para contar el reparto de los votos, pero también de que el sistema electoral no contempla ningún mecanismo que refleje el índice de abstención, que en España supone alrededor de un tercio de la población con derecho a voto. O sea que, para ser precisos, nos representan, pero poco.
Mas a pesar de su baja representatividad real, de que se han dado cuenta de que la gente se ha dado cuenta y en plena reivindicación popular por aumentar los niveles de democracia, PSOE y PP van y sacan una reforma de la Constitución (que es nuestra: en su artículo 1, apartado 2, proclama que “la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del estado”) sin prácticamente debate, sin el apoyo de otras fuerzas políticas representativas y sin convocar referéndum para que el pueblo español, que se supone detenta la soberanía, diga si le parece bien o mal. ¿No querías más democracia? Pues toma más democracia.
Hay por ahí una recogida de firmas para solicitar la convocatoria del referéndum: son necesarias 100.000. En cuatro días (quedan cuatro más) se han recogido más de 75.000. El tema tiene una gran importancia, más allá de lo feo que pueda parecer que hagan una a nuestras espaldas. Limitar el déficit por la constitución puede tener un lado bueno: meter en cintura a tanta administración local y autonómica acostumbrada a endeudarse alegremente, y no precisamente para proveer de servicios sociales a sus administrados —de mi experiencia como periodista en un periódico local guardo recuerdos como la construcción de un faraónico teatro-auditorio, de tamaño más proporcional al ego del alcalde (de CiU) que al volumen de la población; un teatro-auditorio que, años después, sigue infrautilizado y creando un agujero negro en el presupuesto municipal). Pero, en las condiciones actuales, va a tener otras repercusiones mucho más negativas, pues significará supeditar todo el gasto público, en uno de los países europeos que menos gastos públicos sociales tiene, al pago de la deuda. En pocas palabras: por mandato constitucional se va a tener que pagar antes a los banqueros que a los pensionistas. No siendo España, precisamente, un país con una deuda pública muy elevada: con todas nuestras dificultades, nos mantenemos dentro de los límites establecidos por la Unión Europea: un 60% de endeudamiento. Cosa de la que no pueden presumir ni Italia (120% de endeudamiento) ni Alemania (83%) ni Francia (81%) ni el Reino Unido (80%).
La aplicación de esa reforma constitucional tendría muchas y muy importantes repercusiones, en las que no voy a extenderme porque ya están bastante bien explicadas aquí. Pero a pesar de ser asunto tan trascendentalmente importante, y a pesar de lo soliviantado que anda el personal con la falta de calidad democrática de nuestra democracia, van y la cuelan por la puerta de atrás, a la chita callando y de prisa y corriendo. Lo dicho, son la polla. Sin perdón.
Tres cosas:
ResponderEliminar1- Los alemanes y franceses, especialmente los alemanes, que son los que piden este rigor presupuestario en las constituciones europeas (no sólo en la nuestra) no se dan cuenta que los políticos españoles se la van a meter "doblá" que se dice, porque la reforma de la Constitución Española (CE) no va a especificar porcentajes, cosa que quedará para una futura Ley Orgánica (LO), con lo que hecha la ley hecha la trampa: cuando convenga decidiremos endeudarnos y cuando no convenga no. Así de listos y apañaos se creen nuestros políticos. Lo malo es que de tanto saltarse las reglas nos acaben echando de la partida.
2- De los porcentajes de deuda que citas de los diferentes países, el problema no es tanto la deuda pública sino la suma de la deuda total. A la deuda pública española le añadimos la financiera (de bancos, cajas y empresas financieras), la empresarial (empresa no financieras) y la particular (nosotros los ciudadanos) y la broma sube al 400% del PIB. Y ahí es donde está el problema. Los bancos le deben al estado, al BCE y a otros bancos (la mayoría extranjeros), el estado le debe a sus poseedores de deuda (bancos españoles y extranjeros, fondos de inversión y de pensiones y demás compañías financieras) y a sus proveedores, las empresas le deben a todo el mundo (principalmente bancos) y los ciudadanos ya te puedes imaginar. La cuestión está en que España no puede pagar. Cualquier economista solvente estará de acuerdo. Y ha estado del canto de un duro que este agosto no nos intervinieran a la griega porque el BCE, a regañadientes, se ha puesto a comprar deuda española para salvarnos el culo. La reforma de la CE es un parche más por compromiso.
3- Un silogismo que me lleva de cabeza: La reforma de la CE para reducir el déficit acabará con el estado del bienestar, el estado del bienestar sólo es posible endeudándose, entonces no podemos pagar el estado del bienestar?