domingo, 9 de septiembre de 2018

La Diada de la Marmota

de centro-derecha a extrema derecha: el President Mas, el President Puigdemont y el President Torra brindando con ratafia por la Diada y el referéndum.

Ya está aquí la Diada de nuevo. Y con ese motivo pensaba colgar en las redes una estrofa de La mala reputación, esa canción de Georges Brassens que tanto hace arrugar la nariz a nacionalistas, patriotas y otras gentes serias, formales y de bien: “En la fiesta nacional yo me quedo en la cama igual/que la música militar nunca me supo levantar/en el mundo pues no hay mayor pecado/ que el de no seguir al abanderado”. Pero no lo voy a hacer, porque ya lo hice el año pasado, y el anterior. Sí, me repito mucho. Más que el ajo, o la Diada. Porque hace como cuatro años que la Diada parece el día de la marmota. Coño, hace ya como cuatro años que parece que Cataluña entera viva en el día de la Marmota. 

Y es que por aquí somos tan tradicionales que cada vez que el President inicia nueva legislatura exige otro referéndum por la independencia, porque eso ya se ha vuelto una tradición, con la investidura presidencial hay que convocar referéndum. Cambiar, al Honorable sólo le ha cambiado la cara, a peor, pues cada vez es más feo: si cuando el primer referéndum era más o menos apuesto y prognato, para el segundo se dejó crecer un flequillo ridículo que le hacía parecerse a uno de los tres chiflados, no al inocentón de Larry ni al liante de Curly, sino precisamente al más antipático, al avinagrado de Moe. Últimamente se ha recortado el flequillo, pero ahora se le ve la calva y se le ha puesto una cara como de caricatura de cartel de película nazi antisemita. Y además se ha aficionado a la ratafía, brebaje alcohólico con sabor a medicamento caducado con el que sólo los patriotas con más acendrado espíritu de sacrificio osan castigarse el hígado y el sentido del gusto.
 Aparte de eso, otros cambios no hay, todo sigue siendo cíclicamente lo mismo y, francamente, ya hace tiempo que muchos catalanes queremos dejar de ser Bill Murray y miramos el despertador esperando que el día siguiente sea por fin el día siguiente. Así que este año ni voy a colgar en redes la dichosa estrofa de la dichosa canción de Brassens, ni el vídeo con Loquillo cantándola, que era la otra opción, también usada. He de confesar que eso de la Diada no me ponía mucho ni siquiera antes de que se convirtiera en el día de la Marmota; a mí todas esas cosas de muchedumbres agitando banderas y coreando consignas patrióticas ya de por sí me provocan mucha pampurria, aunque las banderas y las consignas en cuestión se suponga que son integradoras y representativas de todo el mundo, como se suponía que eran antes; Y si no me ponía antes imagínense ahora, cuando los símbolos institucionales han sido sustituidos por símbolos de parte prestos a usarse como arma arrojadiza contra las otras partes, como si fueran boomerangs; lo cual, si se piensa bien, es muy adecuado, porque el boomerang es esa arma arrojadiza que por mucho que vuele nunca adelanta nada, porque siempre vuelve a clavarse en el mismo sitio, como el día de la marmota, la Diada o los referéndums por la independencia en Cataluña.  
Así que esta diada yo me voy a quedar en la cama igual, porque ni Els Segadors ni la Marsellesa ni la marcha de granaderos ni el himno del Barça nunca me supieron levantar, pero voy a dejar en paz a las redes sociales y a Brassens, me voy a enterrar en mi madriguera cual marmota y no pienso salir de ella hasta el día siguiente, a ver si de verdad y por fin es el día siguiente.   

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