—¡Coño, una novela del Oeste! ¿Cómo le vamos a vender esta moto a nuestra clientela habitual de exquisitos, modernillos y gafapastas?
—Por el procedimiento habitual: buscándole parentescos con novelas y películas que los exquisitos, modernillos y gafapastas tengan como referentes.
—Bueno… el editor original lo emparenta con Cormac McCarthy…
—Porque se le va la pinza. Los westerns de McCarthy tiran más a Faulkner. Y a esto, como faulkneriano, no lo veo para nada.
—¿Elmore Leonard? También ha escrito westerns.
—Pero no como éste. No se parecen en nada. Y, de todas formas, el viejo Elmo no es muy del gusto de exquisitos, modernillos y gafapastas. Le consideran sospechoso hasta cuando escribe novela negra.
—¿Doctorow, Zane Grey?
—¡No! Ellos se tomaban mucho más en serio lo que escribían. Y, además, ¿quieres provocar una estampida de exquisitos, modernillos y gafapastas? Pues no vuelvas a mencionar ni a Doctorow ni a Zane Grey.
—¿Clint Eastwood?
—¡Ni hablar! No tomes el nombre de EL HOMBRE en vano.
—¿Y con los hermanos Coen? Los exquisitos, modernillos y gafapastas los han puesto en un altar. Y no hace mucho hicieron el western posmoderno ése, Valor de ley…
—Es más clásico que posmoderno. Y no me recuerda mucho a esta novela. Me la recuerda mucho más Dead Man, de Jim Jarmusch. Ése si era un western posmoderno donde los haya. El tono, la atmósfera y la estructura episódica de Los hermanos Sisters son casi idénticos, casi parecen copiados. Y los protagonistas parecen directamente inspirados en dos personajes secundarios de esa película, los dos gemelos pistoleros.
—Que parecían, a su vez, directamente inspirados en los Hernández y Fernández de las aventuras de Tintín.
—Y el personaje de Mayfield también parece directamente inspirado en el que interpretaba Robert Mitchum en esa película.
—Ah, Mitchum. Ése sí que era EL HOMBRE. Pero Dead Man es muy demodé: de los años 90. Como referente no vale. Mejor los Coen, que son más actuales.
—En realidad, a lo que se parece esta novela es a una novelita de kiosco de la Colección Far West de Bruguera, de esas que escribía Marcial Lafuente Estefanía; pero escrita por el Eduardo Mendoza con ganas de guasa que escribió El misterio de la cripta embrujada o El asombroso viaje de Pomponio Flato. Lo recuerda tanto, que apostaría por Estefanía y Mendoza como las principales influencias del autor, si no fuera porque éste es un jovenzuelo canadiense, y es muy dudoso que conozca la obra de Eduardo Mendoza. Y prácticamente imposible que conozca la de Marcial Lafuente Estefanía. Quien, por otra parte, era mucho mejor escritor de lo que sugiere el prejuicio.
—Eso último no se lo digas a los exquisitos, modernillos y gafapastas, porque nos anatemizan y adiós negocio. Pero, al menos, ¿Es buena la novela?
—Bueh… mala no es. Es una nadería intrascendente muy bien escrita; como las novelas de Mendoza que he mencionado antes, más o menos. Eso sí, resulta bastante entretenida. Y hasta ingeniosa, a ratos. Y el final tiene cierta poesía. Y poco más.
—Bueno. Pero hay que ponerle una portada lo más vanguardista y alejada de la estética tradicional del Western posible. Nada de aguerridos cowboys pintados con tempera en estética pulp-realista. Nada que asuste a los exquisitos, a los modernillos y a los gafapastas.
—¿Ni como referencia irónica? Eso es muy posmoderno.
—Ni como eso.
—La de la edición original en inglés servirá.
—Sí, perfectamente.
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