Esto hoy ha pasado en mi ciudad, como mañana puede
pasar en la tuya. Hoy ha sido Barcelona, sí. Antes fueron Nueva York, Alepo,
Charlottesville, Madrid, París, Maiduguri, Londres, Kabul, Bagdad, Al Raqa,
Quetta, Beirut, Mogadiscio, Mosul, Niza, Berlín, Estocolmo… Hace tiempo que
estamos en guerra. Y el otro bando, esta nueva forma de terrorismo, no tiene
territorio, ni proyecto. Son nihilistas, buscan la destrucción de la
civilización por la destrucción misma. Y han encontrado la forma ideal de
actuar: sin una organización articulada a la que poder atacar, sin necesidades
de financiación. Son células autónomas que actúan cada una por su cuenta y con
lo que cualquiera puede tener a mano: un automóvil, cuchillos de cocina. Un
nuevo atentado siempre es posible. Hoy
fue al lado de mi casa, mañana será al lado de la tuya. Es así.
Este atentado no ha sido contra Barcelona, ni
contra Cataluña, ni contra España. Sacad vuestro cerebro de la aldea de una
puta vez, que ya va siendo hora. Este atentado ha sido contra todos: contra
catalanes y españoles, contra franceses, belgas, alemanes, colombianos, venezolanos e italianos (que de todas
esas nacionalidades, y otras veinte, ha habido víctimas), contra musulmanes, cristianos, ateos,
budistas y tutti quanti. Como los que
le precedieron, ha sido un atentado contra la civilización moderna perpetrado
por un puñado de fanáticos que sueñan con volver al corral de las cabras.
Los del otro bando no son los musulmanes, aunque
los del otro bando se consideren musulmanes, y aunque algunos del nuestro, tras
el atentado, hayan aprovechado para barrer para casa y reforzar sus posturas
xenófobas. Pero hagamos números: en el mundo hay 1.500 millones de musulmanes,
una quinta parte de la población mundial. De ellos, entre 80.000 y 100.000 (un
0,000066%) forman o apoyan a DAESH. Unos 36.000, más o menos, (un 0,000024%) se
consideran talibanes (sea eso lo que sea). Y algo más de 10.000 (un 0,000006%)
forman Al Quaeda. ¿son estos números lo suficientemente explícitos? Muestran
que la inmensa mayoría de los musulmanes no tiene nada que ver con el terror.
De hecho, la mayoría de las víctimas de los atentados islamistas son
musulmanes. De hecho, el primer objetivo de los terroristas son ellos: quieren que los demás les tengamos miedo, quieren separarlos del común de la
civilización y obligarlos a adoptar su propia idea del islam. Y el que no esté
de acuerdo, morirá. Nadie debe temer más al terrorismo islamista que un
musulmán. Porque él está en primer lugar en la lista de objetivos.
De entre los que han aprovechado para barrer para
casa los muertos del atentado los hay particularmente mezquinos: los que han
aprovechado para enlazar el atentado, de alguna manera, con el soberanismo o
con la turismofobia. Sí, estoy hablando de ti, Hermann
Tertsch. Sí, estoy hablando de ti, Arcadi
Espada. El soberanismo y la mal llamada turismofobia son dos debates que
estaban abiertos en la sociedad catalana antes del atentado y que NO TIENEN
NADA QUE VER con éste. No hay ninguna comunicación bascular entre ellos.
Toda sociedad civilizada tiene sus debates abiertos; a nosotros, en este
momento, nos ha tocado tener estos. Uno puede estar a favor o en contra del
soberanismo o el problema de la masificación turística de la ciudad (esta es una
denominación mucho más exacta), uno puede adscribirse a un bando o a otro en el
debate. Pero lo del islamismo es otra historia, otra realidad, otro planeta,
otro universo. Y, reconozcámoslo, nos ha pillado a todos en bragas. Aprovecharlo
para arrimar el ascua a la propia sardina es mezquino por decirlo suavemente.
Sí, te estoy llamando mezquino, Hermann Tertsch. Sí, te estoy llamando
mezquino, Arcadi Espada. Podría llamaros cosas peores sin dejar de tener razón
al hacerlo.
Tras el atentado ha nacido un eslogan espontáneo: no tinc por, no tengo miedo. Resulta simpático
por voluntarista, pero me parece poco realista. es una respuesta emocional, no racional. Y cuando nos enfrentamos a los problemas desde la emocionalidad y no desde la racionalidad, mal andamos. Yo sí que tengo miedo, mucho
miedo. Creo que es inteligente tenerlo. Y no tanto a los terroristas como a lo
que los terroristas van a propiciar: mayores restricciones en nuestras
libertades (quien está dispuesto a renunciar a parte de su libertad a cambio de
seguridad perderá ambas, dijo Jefferson). Mayores desconfianzas en el seno de
nuestra sociedad, como si ya hubiera pocas. El estado policial universal que se
vislumbra en el horizonte. Y que cada vez, con cada nuevo atentado, se
consolida un poco más. Es lo que tienen las guerras. Y esto, aunque todo el
mundo cierre los ojos y mire para otro lado, es una guerra.
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