
Las directivas de los sindicatos mayoritarios eran reticentes a convocar esta huelga general. Porque era usar demasiado pronto el cartucho más gordo del arsenal, y porque, probablemente, será un fracaso. Porque el 20 por ciento de la población activa no puede hacer huelga, porque no tiene trabajo del que holgar. Porque el 30 por ciento de los que aún tienen trabajo, como gente sensata que son, no quieren darle excusas al patrono para que los envíe a engrosar el 20 por ciento, que con la reforma laboral las va a tener todas. Y porque aunque la convocatoria de la huelga fuera un éxito arrollador el gobierno no va a hacer ni puto caso. Así lo han dicho (bueno, sin el exabrupto, que ese es mío), aunque tampoco hacía falta. Decirlo, digo. No el exabrupto. Aquello ya lo suponíamos y ése hace mucha falta.