
Es costumbre entre escaladores y boyscouts que cuando coronan una montaña, monte o colina planten una bandera y se hacen una foto con ella, para que quede constancia del acontecimiento. La bandera puede ser la de su país, nación, región, ciudad, equipo de fútbol, sociedad gastronómica, peña montañera o empresa patrocinadora, que de todo hay. A veces, hasta la dejan allí: el acto no tiene más importancia ni trascendencia que el de dejar testimonio —efímero, porque también es costumbre llevarse como trofeo la bandera que encuentras en la cima, si es que encuentras alguna— de su paso por allí: es como una versión menos cafre y casi igual de hortera que la costumbre de dejar un grafitti con su nombre (“Manolo estuvo aquí”) que algunos practican, sobre todo en los monumentos.