Me acuerdo de los tebeos impresos en bitono: tinta negra y tinta roja, normalmente, aunque en algunas raras ocasiones la segunda tinta podía ser azul, o más raramente verde, pero nunca amarilla. Me acuerdo del papel delgado y crujiente, ligeramente satinado, apenas algo mejor que el papel de periódico, que amarilleaba al poco tiempo. Me acuerdo de Pumby, de las hermanas Gilda, de Carpanta, de Gordito Relleno, de Tribulete, de la familia Trapisonda, de la familia Cebolleta, de la familia Ulises, de los inventos del TBO, de los cuentos de Tío Vázquez. Cuando hoy vuelvo a echar un vistazo a esas historias me parecen más adecuadas para adultos, con su humor de costumbrismo social, que para niños, o en todo caso muy distinto de lo que hoy día se considera adecuado o atractivo para los niños, pero yo me acuerdo de cómo el tiempo parecía suspenderse mientras lo pasaba absorto en su lectura sobre mi cama infantil. Me acuerdo de la emoción de ir al kiosco con cincuenta céntimos de peseta para comprarlos, me acuerdo de mi padre cuando, cada viernes, traía alguno de esos tebeos —eran de periodicidad semanal—junto con el periódico y una revista de papel cuché para mi madre. De todo eso me acuerdo.
viernes, 10 de abril de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario