miércoles, 11 de marzo de 2009

Plaza de la Revolución

Hay una rayuela de cerámica en la plaza de la Revolución (dos, en realidad).
Rayuela y Revolución unidos: podría pasar por un homenaje a Cortázar. Pero en realidad sirve para que jueguen los críos, que es para lo mejor que puede servir. Seguro que Cortázar lo habría preferido así.
En tiempos, en el centro de la plaza había un parvulario. El pupitre en el que me sentaba debía estar, más o menos, donde ahora está esa rayuela sobre la que juegan los críos, ignorantes, como yo entonces, de que bajo nuestros pies infantiles se escondían las galerías subterráneas de un gran refugio antiaéreo construido cuando la guerra civil. Y ahí sigue, todavía.

martes, 3 de marzo de 2009

Si el toreo es arte, el canibalismo es gastronomía


Ser antitaurino es algo tan castizamente español como ser amante del toreo; antitaurinos fueron Isabel I de Castilla, Francisco de Quevedo, Moratín, Mariano José de Larra, Azorín, Pablo Iglesias y muchos otros. Pero de un tiempo acá los amantes de esta peculiar forma de hacer picadillo de res en público vienen identificando antitaurinismo con antiespañolismo: o sea, cosa de afrancesados, ingleses (esos hipócritas que, como todo el mundo sabe, tratan mejor a sus perros que a sus niños), anarquistas, afeminados y separatistas (catalanes; los separatistas vascos nunca han dado muestras de antitaurinismo. Al contrario, parece que lo de los toros les encanta, y cuanto más sangrientos, mejor).