El ataque de los hombres-topo
Las cloacas por las que deambulaba el presidente eran un intrincado laberinto subterráneo que de pronto, cuando su encendedor (el que usaba para encender los cigarros puros que tanto le gustaba fumar) se apagó, quedó sumido en la más absoluta oscuridad. Una oscuridad preñada de olores fétidos y de los inquietantes ruidos de patitas de rata correteando, chapoteando.
Pero no sólo las ratas correteaban en la oscuridad, pues también se oían pasos chapoteantes que parecían producidos por pies humanos.