domingo, 17 de mayo de 2015

La fórmula, dignificada

libro_1422346741La fórmula: consígase un investigador como personaje fijo. Mejor que sea detective privado o, mejor aún, que sea policía. Macérese su personalidad con cuidado: que sea simpático, aunque no mucho. Que tenga alguna excentricidad que le caracterice y le haga fácilmente reconocible por el público lector.  (por ejemplo, que se dedique a quemar libros de su biblioteca personal, como Pepe Carvalho; o a hablar mucho de su mujer, como el teniente Colombo; o a leer diccionarios, como Kostas Jaritos) salpimentar abundantemente con esa excentricidad, a guisa de gag recurrente, para que produzca en el lector la gratificante sensación de reconocimiento que se deriva de la repetición. Condimentar con un poco  de rebeldía (eso gusta). Que no sea uno del montón,  uno más del rebaño, porque sus lectores van a serlo, y como no les gusta serlo no les gusta reconocer esa característica en los personajes de ficción en los que buscan la identificación por transferencia. Todos queremos creernos únicos y originales. Por eso escogemos con tanto cuidado el color de la funda de nuestro smartphone, aunque todos usemos el mismo modelo. 
Como guarnición, un elenco de secundarios pintorescos, cuanto más variado mejor. Una vez  bien macerado el protagonista, enciéndase un misterio criminal a fuego lento, para que el susodicho vaya  dorándose en él: que le encarguen su investigación  en el primer acto, que lo investigue en el segundo y que encuentre la solución, de forma ingeniosa y sorpresiva, en el tercero. Sírvase caliente o frío, tanto da. Es un plato sin sorpresas, que gratifica a los paladares poco aventureros con sus sabores inmediatamente reconocibles. He aquí la fórmula. No falla nunca.