martes, 20 de agosto de 2013

Elmore Leonard, In Memoriam

Leonard"Nuestros mejores autores de novela negra son muchas veces los narradores más astutos de nuestra realidad social", escribió el crítico literario de The New York Times, a propósito del que será, ya para siempre, el último libro de Elmore Leonard: Raylan, que muy adecuadamente, dada su condición testamentaria, es una mezcla de novela negra y western, los dos géneros en los que Leonard ejerció su magisterio absoluto e indiscutido. Lleva razón el New York Times: Leonard, por ser uno de los grandes de la novela negra, también fue uno de los narradores más astutos de la realidad social de su país y de su tiempo. Producía una prosa tan sólida, dura y contundente que, más que redactarla, la esculpía. Discípulo confeso, y hasta aventajado, de Steinbeck y de Hemingway,  era un maestro en la elaboración de atmósferas morales pintadas con infinitos tonos de gris y en la creación de personajes ambiguos, memorables y complejos. Pero sobre todo, era un maestro en la escritura de diálogos. Escribía unos diálogos tan afilados que podías cortarte leyéndolos. Pero siempre era un placer leerlos, siempre era un placer leerle. Y ahora ya no podremos sino reelerle, porque Elmore Leonard murió hoy, de un fallo cardíaco que ha puesto punto final a su prolífica producción (casi cincuenta novelas). También escribió una lista de diez reglas para escribir ficción que todos los escritores de ficción deberían tener grabadas en tablas de piedra en un lugar preferente de su lugar de trabajo. Fue uno de los grandes, y todos los que alguna vez hemos escrito alguna novela negra estamos en deuda con él. Yo aquí reconozco la mía, que es muy grande.

sábado, 17 de agosto de 2013

El Misterioso Doctor Mercado, capítulo 8

drmercado8Presidente Mercado

Como cada mañana, la secretaria del presidente dejó sobre la mesa el café con leche, las porras recién traídas de la churrería, el dossier de prensa con las fotocopias de las noticias más importantes aparecidas en la prensa del día y un ejemplar del Marca, el único periódico que el presidente presumía de leer por gusto. Normalmente, el presidente empezaba por el Marca, pero aquella mañana, tras echarle un rápido vistazo a la portada, tiró el periódico deportivo a un lado. Entonces se acercó el café con leche a la nariz y, arrugándola con lo que parecía disgusto, la volvió a dejar sobre su platillo. Entonces le preguntó:
—¿Es que no tiene té de jazmín?
—¿Te-té de jazmín?—tartamudeó la secretaria, perpleja. La perplejidad hacía que se trabucara.
—Eso he dicho. Té de jazmín. O un buen Oolong. Cualquier cosa menos esta infusión de semillas requemadas mezclada con secreciones de animal.

domingo, 11 de agosto de 2013

El Misterioso Doctor Mercado, capítulo 7

drmercado7Ninjas en la nieve

El helicóptero sobrevolaba el Mont-Blanch. Bajo ellos y ante ellos se extendía una inmensa pared casi vertical e inmaculadamente blanca, virgen de la huella del hombre. Aquello era demasiado inaccesible. Salvo en helicóptero.

martes, 6 de agosto de 2013

‘Empedrat’ de garbanzos y bacalao

empedratLos garbanzos al cocerse—a fuego muy lento durante una hora, hasta convertirse en bolitas de mantequilla: la perfección hecha garbanzo—lo inundan todo con una niebla cálida y ligeramente aromática; un aroma que pronto debe competir con el mucho más contundente, mucho más suculento perfume de los pimientos escalivándose  en sus propios jugos dentro del horno. El bacalao ha estado en remojo, desalándose, durante toda la noche, pero aún conserva ese punto fuerte a salitre marina que es su virtud. El aceite es de oliva virgen, las aceitunas negras son de Aragón, y los pimientos del piquillo asados a la leña son lo único no hecho en casa, pero nadie es perfecto, aunque esta conserva en tarro de cristal casi lo es.
Que no, que yo no quiero ir al cielo, que ese sitio es muy aséptico y muy aburrido; a mí llevadme al infierno, que al menos hay fogones.

viernes, 2 de agosto de 2013

Updike se divierte

libros-BechHubo un tiempo (entre los años cincuenta y los primeros ochenta del siglo pasado, más o menos) en que la lista de los best-sellers no la acaparaban interminables y aburridas sagas escritas por adictos al sensacionalismo y a las teorías de la conspiración, amas de casa más aburridas aún que fantaseaban, a su aburrido estilo redaccional, con niños magos en colegios internos, vampiros cursilones con los colmillos capados o sueños eróticos de dominatrix de andar por casa; o escritas por suecos de género atascados en la fórmula que no se tomaban la molestia de repasar un párrafo para pulirlo un poco. Hubo un tiempo en que el territorio de la literatura era América, no por imperativo colonial sino por imperativo de talento; hubo un tiempo en que los gigantes aún caminaban sobre la tierra, o al menos sobre la tierra americana (Philip Roth, Norman Mailer, Gore Vidal, John Updike et al., al norte del Río Grande; Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez et al., al sur) flexionando los poderosos músculos literarios para ensartar el arpón del zeitgeist de su época sobre los poderosos lomos de la Gran Novela Americana (o latinoamericana), esa ballena blanca.

jueves, 1 de agosto de 2013

El Misterioso Doctor Mercado, Capítulo 6

drmercado6

¡En las garras del Doctor Mercado!
El presidente oyó una respiración tenue a su espalda. No se atrevió a volverse, pero imaginó que debía tener detrás a uno de los ninjas de la guardia personal del Doctor. Era un pensamiento muy poco tranquilizador.
—Yo… no debería estar aquí. Soy el presidente del gobierno…—se aventuró a decir.
—Usted es mi lacayo. Como todos—respondió el Doctor, con displicencia.