jueves, 4 de mayo de 2017

Lluis Llach, de L'estaca al estacazo

Mi interés por la nova —ahora vellacançó duro algo más que lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks, pero no mucho más. Sentí por ella  el interés lógico que podía sentir cualquier adolescente catalán durante los años setenta, pero éste se apagó en cuanto descubrí el rock; de pronto, Lou Reed, David Bowie, The Clash, Joy Division o Jim Morrison se me revelaron como mucho más interesantes que todos aquellos cantautores de pantalón de pana,  rasgueos de guitarra viuda y versificación previsible; y los bulliciosos chicos y las glamourosas chicas de la entonces recién estrenada movida madrileña (que incluía a los barceloneses Loquillo y los Trogloditas y Los Rebeldes) se me revelaron como muchísimo más divertidos.