viernes, 20 de octubre de 2017

El gallego y el gabacho

Las fotos de las cumbres internacionales de líderes políticos suelen parecer robadas, pero la mayoría son más posadas que las del catálogo de lencería de Victoria's Secret. Todos esos líderes con pinta de charlar casual y coleguilmente por los pasillos o los jardines... cuando la mayoría no dicen ni media sin su traductor oficial. Esta foto, por ejemplo: No me consta que Macron, además de inglés, hable español, pero más le vale, porque me consta que Rajoy es el único idioma que sabe, y cuando le oigo hablar del pueblo que elige al alcalde, o viceversa, o de su partido que está condenado pero no imputado, o de lo mucho españoles que son los españoles, me inclino a pensar que ni siquiera.

Sin embargo, por la foto parece que sea él el que lleva la iniciativa en esa conversación, o al menos en ese instante de la conversación. Macron parece sonreír y cabecear en asentimiento, exactamente igual que hago yo, con el piloto automático puesto, cuando mi amigo Toñín lleva ya seis cervezas de más, se apoya en la barra para no caerse y empieza a farfullar esas inacabables e incoherentes letanías que no hay Dios que le entienda. En cuanto a Rajoy, nótese su entusiasmo, su actitud de querer establecer contacto visual a toda costa y sus manos, que también hablan mucho. Aunque, como buenas manos de gallego, dicen a la vez una cosa y la contraria, pues una señala a Oriente y la otra, a Poniente. Así que quizá Macron sepa algo de español, pero le va a dar lo mismo, y quizá sólo sonríe y cabecea con resignación para que el pobre Toñín (uy, no, Rajoy) no se sienta excluido.
O quizá ha visto al fotógrafo con el rabillo del ojo e inmediatamente ha compuesto la pose de aspirante a carismático líder de la Europa Libre, quizá del Mundo Libre, ahora que es evidente que Trump no da la talla ni poniéndose las alzas de Sarkozy, y finge escuchar con mucha benevolencia a ese idiota que vete a saber qué carajo está diciendo. Y quizá Rajoy también ha visto al mismo fotógrafo con otro rabillo de otro ojo, el suyo, y en seguida se ha puesto a contar cualquier tontería ("oye, Manu, ¿tú sabes si al baño se va por allí o por allí?") para salir en la foto colegueando con el flamante aspirante a carismático líder de la Europa Libre, quizá del Mundo Libre (luego, por las dudas, y porque es gallego, también se hará una con Trump en cuanto pueda, aunque ése le entiende aún menos, pues es notorio que Trump no sólo no sabe hablar español, sino que le irrita sobremanera que haya gente hablándolo a su alrededor; o en su país).
A eso es, en el fondo, a lo que van los líderes mundiales cuando asisten a esas cumbres: no a intercambiar opiniones, experiencias y consejos, no a establecer pactos o acuerdos, sino a salir en la foto. Por eso los políticos tienen el olfato desarrolladísimo para detectar fotógrafos y operadores de cámara. y también tienen el reflejo de posar más afinado que el de una adolescente youtuber adicta a los selfies. No, no hay fotos robadas en las cumbres internacionales. Casi nunca.

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