Josep María Llop, diputado del Parlament de Catalunya por Convergència i Unió. |
No hay movimiento social o ciudadano, por pacifista que se postule, al que no le acabe surgiendo algún brote violento, y mayor es el peligro cuanto más amplio sea el movimiento: porque, por su propia naturaleza, moviliza a ciudadanos de toda condición, y porque son la expresión de un descontento. Y no todo el mundo sabe, o quiere, expresar su descontento de forma civilizada. Y porque pueden aprovechar el paraguas que les proporciona los amantes de la bronca por la bronca, un sector inevitablemente marginal en un movimiento pacifista, pero que se hace notar mucho: la violencia es muy vistosa.
De esta regla no se ha salvado nadie: que se lo digan a Ghandi, el creador de este tipo de estrategia política: su radical pacifismo no pudo evitar que la revolución india por la independencia estuviera salpicada de estallidos violentos, algunos muy graves, uno de los cuales acabó con la vida del Mahatma; o que se lo digan a Martin Luther King, a quien le pasó tres cuartos de lo mismo. Para evitarlo sólo se puede hacer continuado hincapié en el carácter pacífico del movimiento, y condenar inmediatamente cualquier brote violento que se produzca. El movimiento 15-M ha hecho ambas cosas: se autodefinió desde el principio como pacifista, y se ha mantenido escrupulosamente fiel a sus principios, incluso durante la carga policial para desalojar la acampada de Plaza Cataluña de Barcelona. Hasta el lamentable brote de violencia que ayer se vivió en Barcelona, cuando algunos manifestantes ante el Parlament de Cataluña agredieron a los diputados que pretendían asistir a la sesión, unos hechos que la organización ha condenado inmediatamente con un comunicado en el que se reitera el pacifismo que los inspira. La etiqueta de Tuiter #asino refleja el rechazo a estos altercados de decenas de simpatizantes del movimiento, como éste, destacable por lo sintético: “Cuatro descerebrados les han dado a los #Politicoscorruptos los argumentos y la razón que antes no tenían. Buen trabajo, capullos”.
Ha habido otros estallidos de violencia, que también han sido puntual e inmediatamente condenados por la organización: como las agresiones que sufrió el diputado comunista Cayo Lara cuando asistió a una manifestación de los indignados para evitar el deshaucio de una familia; o el acoso a que sometió un grupo de exaltados al alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, en plena calle; aunque éstas fueron, más bien, en protesta por haber prohibido los actos del Día del Orgullo Gay, y fueron también inmediatamente condenadas por los colectivos de gays y lesbianas. Pero los sucesos de Barcelona revisten especial gravedad, por la magnitud y gravedad de la bronca. Varios diputados fueron no sólo abucheados —lo que, al fin y al cabo, son gajes del oficio— también les zarandearon, les amenazaron, les insultaron, los rociaron con agua, los pintaron con aerosoles, a alguno le golpearon, a algún otro le robaron el maletín o el ordenador portátil y a uno, incluso, intentaron robarle el perro. Lo que es especialmente grave, porque el diputado en cuestión es ciego. Todo ello desprende un tufo a matonismo fascistoide que debe condenarse inmediatamente. Y así ha sido.
No es casualidad que esto pase en Barcelona: en un post anterior decía que es buena cosa que la iniciativa, la imagen y el liderazgo del movimiento hayan surgido en Madrid y no de Barcelona, porque aquí disponemos —más bien sufrimos— de una red bastante estructurada de matones buscabroncas, integrados sobre todo en el movimiento okupa y que parecen disfrutar con gran alegría de la bronca por la bronca: lo mismo les da montarla en una manifestación independentista, en una antiglobalización, en la celebración de una victoria del Barça o porque la policía les requisa el botellón callejero y les manda a casa a dormirla, que ya no son horas, después de que cierren los últimos bares en la Fiesta Mayor del barrio de Gracia. La cuestión es armarla.
No han faltado, por supuesto, los que han aprovechado la oportunidad para satanizar todo el movimiento 15-M en base a las acciones de una minoría que ya ha sido desautorizada por el mismo. Alguna hasta ha dado a entender que el movimiento es culpable y responsable de esos hechos, aunque los repudie, porque si se hubieran quedado en casa tranquilitos nunca hubiera pasado nada de esto. Es una lógica impecable: el que no camina no tropieza. Pero tampoco irá nunca a ninguna parte.
Otros anuncian estos sucesos como el signo de que el movimiento se está radicalizando, o se está dividiendo. Esas declaraciones me parecen más la expresión de un deseo que una conclusión objetiva. Porque viendo las expresiones de rechazo que se alzan desde los simpatizantes del movimiento, estos sucesos bien podrían servir como forma de reactivarlo en su carácter pacifista, en la concreción de un consenso de mínimos, y de mantenerlo alerta para desembarazarse de indeseadas excrecencias de radicalismo broncas. Aunque esto también pudiera ser más la expresión de un deseo que una conclusión objetiva: el tiempo lo dirá.
2 comentarios:
Totalmente de acuerdo con lo que comentas. Pero no hay que perder de vista que el objetivo, en teoría pacífico, de la concentración era el bloqueo del Parlament, una institución plenamente democrática (ya lo podemos dar mil vueltas al lenguaje y a lo que haga falta, pero democrática y votada por muchos más ciudadanos de los que el movimiento 15M puede de momento presumir), impedir la entrada de sus miembros y coaccionarlos en el ejercicio de su labor. Y esto, se le mire por donde se le mire, también es violencia. Esa fijación del movimiento por deslegitimar nuestras instituciones, meter en el mismo saco a todos los políticos, hacer uso y abuso de la vía pública (sin permisos ni más consecuencias) y arrogarse las esencias democráticas (la democracia está en la calle y otras simplezas que se han dicho) son el germen del totalitarismo. La violencia del pasado miércoles es sólo la plasmación práctica de dicho germen.
Un saludo.
Yo matizaría: concentrarse ante el parlamento para ejercer el derecho a la protesta es legítimo. Con la constitución en la mano. Bloquear el acceso de los parlamentarios no lo es: Ahí la cagaron ampliamente. Y además recuerda desagradablemente a lo que hicieron. las SA en el Bundestag cuando Hitler fue nombrado canciller.
Un saludo.
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