En el minuto 8 de este vídeo se puede apreciar cómo varios policías con uniforme completo antidisturbios, porra y casco incluidos, acorralan a un joven desarmado que no muestra ninguna actitud de violencia física y le patean en el suelo, mientras algunos de ellos forman una muralla humana alrededor para evitar que el suceso pueda ser filmado o fotografiado. Los policías no llevan número de identificación en los uniformes, lo que es ilegal, pero se está convirtiendo en habitual. Imposibilita la denuncia y favorece los abusos.
En el minuto 10 se ve a uno de los heridos por la policía, con signos de descalabro, tumbado en el suelo y recibiendo atenciones de otros manifestantes. Es un anciano de aspecto bastante frágil. Se oye a un policía gritar: "¡fotos no!". Qué habrá hecho el abuelo para que uno de esos entrenados muchachotes con armadura de combate (uno o varios, vete a saber) se haya sentido tan amenazado como para haber tenido que descalabrarle con la porra. Y en qué ilegalidad habrá incurrido quien quiso fotografiarle.
Muchachotes bien entrenados y con armadura: casco, botas, chaleco antibalas, coquilla (probablemente) y escudo de metacrilato. Los manifestantes iban en chanclas y bermudas, y entre ellos no se aprecia ningún arma. Ni una sola. Ni un palo, ni un triste adoquín. Bueno, sí, en algunos tramos se ve a los manifestantes armados con globos de colores ¡globos de colores! Coreando: “estas son nuestras armas”. Serán sus armas, pero no las usan, porque en ninguna de las muchas filmaciones de los hechos que se han publicado (algunas de ellas, por la propia policía) se aprecia ningún intento de ataque físico por parte de los manifestantes. Sin embargo, según el comunicado oficial, entre los heridos hay seis policías. No sé, algo no me cuadra ¿se les torció la muñeca de tanto darle a la porra? ¿Nos encontramos ante un caso de mentira corporativa?
La señora Dolores Carrión, delegada del Gobierno en Madrid, ha declarado a la prensa que tres de las personas detenidas tras las cargas policiales del jueves tienen antecedentes penales. Como detuvieron a nueve, eso significa que seis (la mayoría) no tienen (entre ellos, por cierto, hay un periodista que fue detenido durante el ejercicio de su profesión). De todas maneras, las señora Dolores Carrión no ha tenido a bien especificar qué tipo de antecedentes penales tenían los tres que sí. Quizá porque se le olvidó. Quizá porque no le pareció un dato relevante. Quizá porque, al haber cumplido sus penas, en realidad eran ciudadanos libres de toda sospecha. O quizá porque tienen antecedentes por haber sido detenidos en una manifestación, o por algún otro motivo menor que, de saberse, diluyera la velada acusación de delincuentes habituales que la señora Dolores Carrión, quizá, ha querido deslizar entre líneas.
También son muy hábiles sugiriendo lecturas entre líneas los relaciones públicas de la policía. En su comunicado a la prensa, han especificado que entre los detenidos hay un argentino, un hondureño y un portugués. No especificaron que el resto (la mayoría, insisto) son españoles. Pero parecer insinuar una relación entre extranjero y delincuente. Ahí, entre líneas, se lee un "sudaca" muy claro.
Según un informe publicado por Televisión Española, entre seis y seis millones y medio de españoles han participado, de una forma u otra, en el 15M. O sea, un 15% de la población y cerca de un 20% del censo electoral (casi tantos como votantes tiene el PSOE, o el PP). Según el mismo informe, un 76% de los españoles dice apoyar el movimiento. Un movimiento que insiste en el pacifismo como vía de acción y la consecución de mayores niveles de democracia, dentro del marco de la Constitución, como objetivo. ¿Puede uno permitirse criticar un movimiento que arrastra a tres cuartas partes de la población, por ingenuo, infantil o contradictorio? Claro que puede. Y hasta debe. En democracia uno puede criticarlo todo. Y no sólo es cierto, sino que es inevitable que tan amplio movimiento haya caído en alguna ingenuidad, alguna contradicción y algún que otro infantilismo. Pero, ¿puede uno permitirse despreciar un movimiento que arrastra a tres cuartas partes de la población, por ingenuo, infantil o contradictorio? ¿o despreciarlo poniéndole motes como indignantes o perroflautas? ¿o calumniarlo llamándolos indignasunos (ésta es de Federico Jiménez-Losantos) o terroristas urbanos (ésta es del diario ABC)? poderse se puede, pero no resulta ni muy ético ni, sobre todo, muy democráticamente correcto. Aunque ciertos políticos, ciertos comentaristas paniaguados y cierta prensa no se privan de hacerlo. Claro que suelen ser gente que sólo defienden la democracia cuando les da la razón a ellos.
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