Cuando envías tu manuscrito (sí, ya sé que lo envías mecanografiado; Puede que incluso lo envíes por correo electrónico; pero en el mundo editorial se les sigue llamando manuscritos, por tradición) a las editoriales o a las agencias literarias, suele ir a parar a un montón que suele acumularse en un determinado despacho. Y ahí espera pacientemente su turno de ser entregado a un lector de los que trabajan para la editorial o agencia; a menos que en la misma ya te conozcan por haberte publicado algo previamente (en cuyo caso también se le suele entregar a un lector para que lo evalúe, pero el trámite es más rápido; no pasa por el montón) o sean ellos quienes te han pedido el manuscrito (en cuyo paso suele ir a parar directamente a la mesa del editor, quien normalmente, antes de leerlo, se lo pasará al lector con quien tenga más confianza para que lo evalúe).
¿Qué es un lector? Sí, claro, alguien que lee… pero en el mundo editorial reciben ese nombre a las personas que, específicamente, leen los manuscritos que van llegando y luego escriben un informe sobre el mismo, informe que sirve al editor para decidir si merece la pena que le eche un vistazo al susodicho o mejor le manda a su autor la carta de rechazo estándar, ya sabes (porque seguro que has recibido alguna que otra; a todos, hasta a los más grandes y a los que más venden, les ha pasado. Stephen King las coleccionaba clavándolas en la pared de su estudio): “Muchas gracias por confiarnos su manuscrito. Lamentamos decirle que, por sus características, no encaja en nuestros planes editoriales...” o algo parecido. Claro que al editor (más frecuentemente editora), tras leerse el manuscrito, puede decidir que la buena opinión de su lector no es pertinente, por muy de su confianza que sea. Y acabe igualmente mandando la carta de rechazo estándar. Pero tener un informe de lectura favorable es un primer paso, aunque ni mucho menos el definitivo. Tener un informe de lectura negativo no significa, necesariamente, que tu manuscrito vaya a parar a la papelera (ni te cuento lo feroces que eran los informes de lectura que cosechó Cincuenta sombras de Grey) porque a veces al editor le llama la atención algo en concreto que el lector ha mencionado en su informe, aunque la valoración general sea mala (El editor le puede ver posibilidades al sadomaso light, por ejemplo) Pero bueno, en general un mal informe te acerca más al borde de la mesa, ése bajo el cual abre sus fauces la papelera. O te hace caer en ella sin más trámite.
Por lo tanto, conseguir un buen informe de lectura no te abre el cielo, pero te acerca más a él. ¿Y cómo se consigue un buen informe de lectura? Pues, sobre todo, escribiendo un buen libro… sí, sí, ya sé que el tuyo es una obra maestra injustamente ignota. No me cabe la menor duda. Pero se trata de que se lo crean los demás. Y el primero de ellos, el lector que va a elaborar el informe. Y como ésa ha sido, y sigue siendo, una de las actividades a las que me dedico, te voy a dar unos consejos para que te sea algo más fácil seducir a ese primer lector que vas a tener, para que te sea algo más fácil convencerle de que eso que está leyendo es una obra maestra que merece ser recomendada al editor.
1: Recuerda que un manuscrito sólo lo es de nombre
Es ya muy poco frecuente, pero alguna que otra vez llega a las editoriales un manuscrito que, efectivamente, está escrito a mano. Ése nunca va a llegar a manos de ningún lector: será devuelto ipso facto, o acabará en la papelera aún más ipso facto.
2: encuaderna tus manuscritos
Jack Kerouac escribió On The Road en un rollo de papel continuo. Sí, es una de las mejores novelas del siglo pasado. Es una de mis favoritas de siempre. Pero... ¿sabes cuánto tiempo tardó en publicarla? casi una década; y eso a pesar de tener como agente literario a alguien tan entregado como su amigo Allen Ginsberg. Quizá no influyera el formato del manuscrito, o quizá no sólo fue por eso, pero yo sé lo que habría dicho si un editor me entregara un manuscrito así para leer: habría dicho que ese rollo (y nunca mejor dicho) se lo leyera otro. De hecho, y a lo mejor es casualidad (a lo mejor no) Ginsberg acabó por encargar una transcripción del rollo original en folios, encuadernó éstos y, al poco de mostrar la novela en este nuevo formato, una editorial aceptó por fin hacerse cargo de su publicación.
Moraleja: procura que tu manuscrito sea fácil de manejar y cómodo de leer. Si lo envías impreso en papel, por el amor de Buda, encuadérnalo; no hace falta que te lo curres con tapas duras forradas en tela o en imitación piel, con las letras doradas (de esos llegan alguno que otro a las editoriales, y casi siempre cuanto más historiada es la encuadernación peor es el contenido). Basta con un lomo de espiral, una portada y una contraportada semirrígidas, es más que suficiente. Vamos, como lo suelen hacer en las tiendas de reprografía cuando pides la tarifa económica. Un montón de folios sueltos mecanografiados es muy incómodo de leer (peor aún si están impresos a doble cara; peor aún si las páginas no están numeradas; esos cabrones tienen una diabólica propensión a caerse de la mesa y desparramarse por el suelo. Y si no están numeradas…) y su simple visión va a suscitar la inmediata antipatía del lector. El cual se lo va a leer ya mal predispuesto de entrada.
Moraleja: procura que tu manuscrito sea fácil de manejar y cómodo de leer. Si lo envías impreso en papel, por el amor de Buda, encuadérnalo; no hace falta que te lo curres con tapas duras forradas en tela o en imitación piel, con las letras doradas (de esos llegan alguno que otro a las editoriales, y casi siempre cuanto más historiada es la encuadernación peor es el contenido). Basta con un lomo de espiral, una portada y una contraportada semirrígidas, es más que suficiente. Vamos, como lo suelen hacer en las tiendas de reprografía cuando pides la tarifa económica. Un montón de folios sueltos mecanografiados es muy incómodo de leer (peor aún si están impresos a doble cara; peor aún si las páginas no están numeradas; esos cabrones tienen una diabólica propensión a caerse de la mesa y desparramarse por el suelo. Y si no están numeradas…) y su simple visión va a suscitar la inmediata antipatía del lector. El cual se lo va a leer ya mal predispuesto de entrada.
3: Usa un tipo de letra y un interlineado cómodos de leer
La letra pequeña, las líneas apretadas, los tipos de letra raros o las tres cosas a la vez, cansan la vista e irritan al lector, favoreciendo su mala predisposición hacia el texto que está leyendo. Usar muchos tipos de letra y muchos colores distintos suele provocar el mismo efecto. Sí, ya sé que en el primer manuscrito de Mientras Agonizo, de William Faulkner, los monólogos de cada uno de los personajes iban escritos en un color diferente, una genialidad de Faulkner… pero, lamento ser yo quien tenga que decírtelo, tú no eres William Faulkner. Y aun en el caso muy improbable de que lo fueras, admirado Willy, ni el lector ni el editor se lo van a creer. Que llevas ya muerto muchos años, asúmelo.
Mi consejo es un tipo de letra como el Times New Roman o similar, de cuerpo entre 11 y 13 (12 sería lo ideal), interlineado doble para que las líneas respiren y los ojos no duelan, márgenes justificados, tinta negra, papel blanco, impresión a una sola cara (es mucho más cómodo pasar páginas así) y ¡por el amor de Buda! Numera las páginas, aunque el manuscrito esté encuadernado (véase apartado 1).
4: Pon toda la información pertinente en la portada
Es decir: título de la obra (en un cuerpo mayor que todo lo demás) nombre del autor (o seudónimo), y forma de contacto: lo preferible es un número de teléfono o una dirección de correo electrónico. Esto último es MUY importante. Porque si el manuscrito gusta querrás que te avisen, ¿no? Sí, ya sé, pusiste tus señas en el remite del sobre, o en la carta de presentación que acompaña el manuscrito… ¿Quieres que te cuente cuál es el triste y fatal destino de los sobres y las cartas de presentación? Exactamente.
5: No cometas faltas de ortografía. Cuida la gramática y la puntuación.
Es cierto que en todos los manuscritos, absolutamente en todos, hay alguna corrección gramatical que hacer. Por eso en las editoriales tienen trabajo los correctores. Pero recuerda, tú quieres causarle una buena impresión al lector que va a escribir el informe. Y éste pasará por alto algún fallo involuntario de vez en cuando, pero los errores continuos, la ausencia total de puntos y comas o su exceso mareante, los acentos que aparecen y desaparecen como los conejos de David Copperfield (el mago, no el personaje de Dickens), las bes en lugar de las uves o viceversa, el tipo que se calló no porque cerrara la boca sino porque se dio de bruces contra el suelo, en fin, ese tipo de cosas que harán que el lector de turno se pregunte: ¿Pero dónde aprendió a escribir este cenutrio (o cenutria), en la escuela de la cárcel de Carabanchel? Y escriba “pésima redacción” en su informe. En serio, yo he tumbado manuscritos sólo por su atroz ortografía. Y creo que muy merecidamente: el idioma es al escritor lo que la espada al samurái ¿sabías que los samuráis pasaban al menos una hora al día puliendo el filo de su espada? Pues un escrito con mala ortografía es como una espada con el filo embotado.
6: No pierdas el tiempo con ilustraciones, currículos ni otras pijadas
Mucha gente adorna la portada con alguna ilustración. Ya sabes, una fotito, un dibujito… los novatos lo hacen. Los escritores mediocres lo hacen. Muchos veteranos lo hacen, muchos buenos escritores lo hacen, y algunos de los más grandes lo hacen. Yo lo hago. Cortázar lo hacía. No pasa nada porque lo hagas, si te gusta. Pero NO SIRVE PARA NADA. Nadie dice: “Oh, qué portada tan bonita, voy a ponerlo en el parte de arriba del montón”. Nadie dice “Oh, qué preciosa portada, seguro que esta novela es buena”. Nunca. Jamás. El lector leerá el título y pasará página sin más contemplaciones. Y el editor, también.
Hay quien pone en la primera página su currículum, en formato solapa de libro, puede que con su foto y todo. O con la foto de su perro. O con la foto de él con su perro. NADIE SE LEE ESO. Esto no es una entrevista de trabajo. No nos importa una mierda cuántos premios literarios de los juegos florales de Villaoveja de Atomarporculo has ganado, ni en qué universidad de mierda estudiaste, ni lo mucho que le gustó al dueño de la fábrica de consoladores eléctricos donde trabajabas el eslogan promocional que ideaste para sus productos. Es decir, nos importaría (bueno, al lector no; sólo al editor) si fueras un autor más o menos conocido y con más o menos gancho comercial; pero entonces ya habríamos oído hablar de ti, y tampoco nos leeríamos esa página. De verdad, no nos importa tu currículum. Lo que nos importa es que eso, ESO que has escrito, tenga calidad literaria, o tenga gancho comercial, o pueda ser ofrecido a un nicho de público amplio o, cuando menos, sea el nicho habitual de esa editorial en concreto. Y si es las tres cosas, enhorabuena, lo vas a petar. Y el editor se va a correr de gusto leyendo el informe.
En cuanto a las ilustraciones interiores: A menos que éstas sean esenciales en la obra porque tu manuscrito es una novela ilustrada, ahórratelas. Sí, ya sé que las modernas herramientas informáticas de edición te permiten hacer virguerías y dar rienda suelta al decorador o decoradora de interiores que llevas dentro, pero no. De verdad. Modera tus impulsos. Esa clase de manuscritos, cuando llegan, y llegan de vez en cuando, suscitan más comentarios burlones que otra cosa (y, en consecuencia, crean mala predisposición en el lector) Lo que le interesa éste, y al editor, es EL TEXTO. Que tenga calidad, o que sea comercial, o que tenga un público objetivo interesante. Y mucho mejor si es las tres cosas a la vez.
7: (último) escribe un buen libro
Es decir: un buen arranque, una prosa con ritmo y cadencia, unos personajes interesantes y bien trabajados, unos buenos diálogos, unas figuras retóricas pertinentes, un tema atractivo, una estructura narrativa bien trabada… todo eso que cuesta toda una vida dedicada a la escritura aprender. Pero francamente, si para cuando te has sentado a escribir tu manuscrito no tienes al menos una idea aproximada de todo esto, mejor ni te molestes en enviarlo a ningún sitio. Acaba de escribirlo, quémalo y empieza a escribir otro. Y luego otro, y otro…
Adenda: si envías tu manuscrito en formato digital
Todas las recomendaciones anteriores te valen igual, salvo la de encuadernar el manuscrito: no hace falta, claro. En todo caso, no uses formatos raros: lo más recomendable es enviar el manuscrito (sí, en formato digital también se llama así) como documento PDF. Un documento Word también podría valer, pero mejor el PDF; es el más universal de los formatos. El Word ya lo enviarás cuando llegue el momento de maquetar el libro, si es que llega hasta ahí. Y al transformar tu documento a PDF, procura que no haya mucho código basura, de ese que no se ve en el documento, pero cuando lo viertes en un formato para e-reader te descoloca el texto por todas partes. Y es que hoy en día, la mayoría de los lectores usan algún e-reader, o la Tablet, para leer los PDF que sus editores les envían por correo electrónico. Nadie se los imprime en papel ya. Es caro, y el papel lo paga el lector.
Y recuerda, nada de esto le garantiza un buen informe de lectura a tu libro: pero te ayudará a poner al lector encargado de escribirlo de tu parte. Y ése puede ser el primero de tus valedores.
1 comentario:
Muy útil, es lo que todo escritor principiante tiene que saber. Saludos desde Argentina.
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