Para el tipo de ahí al fondo: Kurt Vonnegut es uno de los mejores no-Nobel del siglo XX. Y ahí es nada conseguir ser uno de los mejores en una lista que incluye a Franz Kafka, John Updike, Norman Mailer, Philip Roth, Virginia Woolf, Jorge Luis Borges y Julio Cortázar. Aunque, a diferencia de los anteriores, y a pesar de tener parentesco literario con todos ellos, Vonnegut no estuvo ni siquiera nominado. Los designios de la Academia Sueca son a menudo inescrutables, pero nunca en cuanto a una regla no escrita pero que sigue escrupulosamente: nunca tendrás en cuenta a un escritor de género. Y a Kurt Vonnegut se le consideraba un escritor de ciencia-ficción; y desde luego lo era, pero también mucho más que eso. Entre otras cosas era un escritor con un mundo propio, personal e intransferible, que plasmaba con un estilo propio, personal e intransferible, de una sencillez aparente que oculta un elaborado virtuosismo, que hizo cristalizar en un puñado de clásicos instantáneos. Como Ray Bradbury, otro excluido de la carrera de los Nobel por escribir novelas y relatos de ciencia ficción, por más que lo hiciera con un estilo preciosista y personalísimo, por más algunas de esas novelas y relatos fueran clásicos instantáneos ¿O no es un clásico Farenheit 451? ¿O no es un clásico Las crónicas marcianas?
Volviendo a Kurt Vonnegut, es autor de al menos un clásico instantáneo e indiscutible: Matadero Cinco, relato de las experiencias del autor como prisionero de guerra de los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, bajo la forma de un relato de ciencia-ficción de los de viajes paradójicos en el tiempo, y pasado por el filtro del humor (negro) y la ironía (negrísima). Hay otras novelas de Vonnegut que pueden aspirar a la categoría de obra clásica, y no sólo de la ciencia ficción: Madre Noche, probablemente; Cuna de gato y El almuerzo de los campeones quizá, y Las sirenas de Titán, casi seguro. Pero lo de Matadero Cinco no es una aspiración: lo de Matadero Cinco es.
Volviendo a La cartera del cretino, no es el mejor Vonnegut, por más que sea eso lo que diga —qué va a decir—el texto de la contraportada. Lo cual no quiere decir que sea malo, ni mucho menos, porque hasta el peor Vonnegut es buenísimo, y esta colección de deliciosas miniaturas lo demuestra. Tienen todo el sabor de Vonnegut; su ingenio, su sentido de la ironía, su bello estilo falsamente sencillo, su humor sutil y ácido, su mirada perspicaz, a la vez desesperanza y compasiva, analizando “los rincones más oscuros del alma humana” (eso también es del texto de la contraportada. Bien dicho, esta vez). En fin, que este pequeño volumen tan mono es todo un regalo para cualquier admirador de Vonnegut. Y una buena oportunidad para cualquiera que aún no e haya leído de descubrir lo que se ha estado perdiendo.
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