Hacía algún tiempo que planeaba escribir algo que explorara las jocosas afinidades religiosas de ese culto secular a los productos de Apple que en parte ha surgido espontáneamente y en parte ha sido cuidadosamente diseñado mediante astutas campañas de márketing que explotaban el carisma algo (bueno, en realidad bastante) mesiánico de Steve Jobs.
Surgió así la religión de los maqueros, la primera religión nacida de las entrañas económicas del capitalismo, que cuenta con sus templos (las AppleStore, donde los fieles no van a comprar bienes o servicios que necesitan, sino a “tener una experiencia Apple”), su color sagrado (el blanco, por supuesto: el color de la pureza celestial, de la túnica de los druidas y de la sotana del Papa), sus reliquias de culto, siempre con una i minúscula delante, a ser posible seguida de una P mayúscula (iPod, iPhone, iPad iPeroquehehechoyoparamereceresto), y su mesías de icónica imagen (y muy estudiada; el suéter negro y los Levi's abolsados no eran en absoluto casuales, eran como la llave en la mano de San Pedro o la "S" sobre el pecho de Superman: su uniforme distintivo) que cada poco tiempo pronunciaba un nuevo sermón de la montaña para donar a los fieles nuevas revelaciones de su sabiduría y algún otro cacharrito que sería imprescindible que compraran si deseaban ser contados entre los elegidos.
Hubiese sido algo muy divertido de escribir, y supongo que (o así lo esperaba) muy divertido de leer. Había tomado unas cuantas notas, confeccionado un par de borradores y hasta dibujado una caricatura de Steve Jobs muy ad hoc. Pero va el pobre hombre y se me muere, así que ahora ya no podré; sería de muy mal gusto publicar algo riéndose de un recién fallecido. Así que por ahora me limitaré a publicar la caricatura, como homenaje y porque me quedó bastante bien y sería una lástima no publicarla. Descanse en paz, Steve Jobs.
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